sábado, 4 de octubre de 2014

No solemos tener claro qué hacer justo en esos momentos en los que deberíamos tenerlo bien claro.

Siempre dudamos si cerrar la puerta antes de cerrar los ojos para dormir. Y de noche, sobre todo, no sabemos si deberíamos poner un vaso de agua en la mesilla o no. Cuando nos enfadamos no sabemos si clavarnos el gotelé en los nudillos o la cara barnizada con rabia en la almohada. Por no hablar de las mujeres.

Nunca sabemos qué hacer.

Cuando las palomitas están explotando en el microondas nos preguntamos si sacarlas ya y arriesgarse a que haya muchas sin hacer o si dejarlas más tiempo y arriesgarnos a que se chamusquen.

Yo no sé si sabría decidir.



Nunca sé si fingirlo o esperar un minuto más.

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