jueves, 8 de julio de 2010

Los cristales empañados me hacen recordar tus ojos húmedos, los ojos que tenías aquella tarde.
Recuerdo que, como hoy, los rayos eran los encargados de amenizar nuestra conversación. Discutíamos sin ganas, de modo rutinario, quizás por obligación. Si yo decía negro, pues tú respondías blanco. Gritábamos los dos, pero tú más que yo. Me resultaba tan indiferente discutir contigo... que me daba miedo. Siempre me había dado miedo la indiferencia y lo peor era que tú llorabas. Creía imposible que te afectase algo que a mi me dolía tan poco.
Los rayos partían el cielo a la mitad y pocos segundos después, un estruendo nos devolvía la vida, la sonrisa, las ganas.

Por que a ambos nos encantan las tormentas.







No hay comentarios:

Publicar un comentario