No solemos tener claro qué hacer justo en esos momentos en los que deberíamos tenerlo bien claro.
Siempre dudamos si cerrar la puerta antes de cerrar los ojos para dormir. Y de noche, sobre todo, no sabemos si deberíamos poner un vaso de agua en la mesilla o no. Cuando nos enfadamos no sabemos si clavarnos el gotelé en los nudillos o la cara barnizada con rabia en la almohada. Por no hablar de las mujeres.
Nunca sabemos qué hacer.
Cuando las palomitas están explotando en el microondas nos preguntamos si sacarlas ya y arriesgarse a que haya muchas sin hacer o si dejarlas más tiempo y arriesgarnos a que se chamusquen.
Yo no sé si sabría decidir.
Nunca sé si fingirlo o esperar un minuto más.
Siempre dudamos si cerrar la puerta antes de cerrar los ojos para dormir. Y de noche, sobre todo, no sabemos si deberíamos poner un vaso de agua en la mesilla o no. Cuando nos enfadamos no sabemos si clavarnos el gotelé en los nudillos o la cara barnizada con rabia en la almohada. Por no hablar de las mujeres.
Nunca sabemos qué hacer.
Cuando las palomitas están explotando en el microondas nos preguntamos si sacarlas ya y arriesgarse a que haya muchas sin hacer o si dejarlas más tiempo y arriesgarnos a que se chamusquen.
Yo no sé si sabría decidir.
Nunca sé si fingirlo o esperar un minuto más.
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